lunes, 4 de agosto de 2014

Dia 13: la comunidad

EL día empezó tranquilo, como si la noche anterior no hubiera pasado nada. Anna y yo nos repartimos el último bocata de Jamón que nos quedaba de la excursión, una vez calentado en el horno estaba delicioso (y mira que frio ya lo estaba).

Después de desayunar, Anna recibió un mensaje de Mattia, por la noche; pizza’s party en casa de Nicola (no podíamos faltar). Mientras limpiamos, recogemos y ayudamos un poco en la casa, la mañana pasó volando. Michael jugaba a básquet con una improvisada canasta que habían instalado en uno de los balcones, los chicos de Taiwán le acompañaban.

Para comer preparamos un poco de caldo (bueno lo hizo Randy) que estuvo cocinando toda la mañana. Cambiar un poco el menú se agradece (para no comer siempre pasta). Durante la comida nos llovió, aunque lo único que hizo fue aumentar la humedad, porque duró 30 minutos si llega.

A la tarde, el sol se habría hueco entre las nubes (cual soldado entre las tinieblas). Alrededor de la mesa, en el jardín, los chicos de Taiwán, Anna , Michael y yo, nos entreteníamos con un juego de lo más interesante. Uno de los chicos leía (de su diario) un par de frases en chino, entonces el otro la traducía al ingles, yo lo hacía al castellano, Anna al sueco y Michael al polaco. Fue un juego de lo más instructivo que además de enseñarnos diferentes culturas, nos permitía conocer el punto de vista de uno de los chicos de Taiwán.

El juego era interrumpido por Brooke (de forma intermitente como sus apariciones). Con la llegada de Randy dejamos de jugar, alerto de sangre en el pasillo. Brooke descubrió su procedencia, venia de su pie, es normal se pasa el día andando descalza y últimamente no está en su mejor momento de equilibrio (en todos los sentidos, el otro día en el río se hizo dos cortes muy feos en la pierna. Tim fue el encargado de curarla. Como nota, es importante destacar que no ha aprendido la atención y sigue andando descalza.

Despuesta vez si que pagamos los diezgamos los diex euros.ante destacar que no ha aprendido la atenci son solo queso, queso y ma peroés de esta  interrupción acabamos las pocas horas de tarde hasta hablando que llego la hora de ir al súper. Anna, Timm y yo cogimos la lista, un poco de dinero y pusimos rumbo al pueblo.

Una vez en el súper, cuando llenamos el carro volvimos a la casa, pero no sin antes perdernos. El camino fue de lo más entretenido vimos un cementerio, una carretera de dudosa velocidad y nuevas vistas. En cuanto recuperamos el rumbo y llegamos a Barga (el pueblo donde vivimos), Timm nos enseño la casa de su madre y sus hermanos. Un hogar acogedor, (para variar) limpio, y realmente bonito. Las vistas no eran su punto fuerte pero no le faltaban comodidades ni humildad.

Durante el viaje de vuelta nos habló sobre su familia, un hermano arquitecto que viaja por todo el mundo y una madre que vino en busca de la tranquilidad que ofrece la toscana para su retiro.

Una vez en casa nos dieron las siete, debíamos salir a las 20:00 (hora militar) para ir a cenar a casa de Nicola (horario sueco porque cenamos a las 21:30). Después de treinta minutos de retraso (porque Anna no decidía que ponerse), salimos con un bonito atardecer de fondo.

Cuando llegamos, no había nadie (obviamente), éramos los primeros. Charlamos amistosamente un rato con Nicola, que nos saco vino. Es entonces cuando llego Prieto, un humilde caballero de 60 años que había viajado y trabajado por todo el mundo. Tenía historias muy interesantes (que no dudo en contarnos toda la noche), era capaz de hablar seis idiomas: inglés, italiano, sueco, francés, alemán y castellano.
 
La noche no esperaba y después de una larga ademñas de abundante comida (donde todos engordamos 20 kilos), los ocho que estábamos, reíamos y hablamos e inter cambiamos historias, pero, poco a poco fuimos reduciendo el numero hasta quedar solo cinco.

Fue entonces cuando conocimos al Nicola más abierto. Nos saco diferentes bebidas para probar entre ellas una que tenia mini-mandarinas en su interior, no estaba mala pero tampoco mataba.

A las dos o tres de la mañana y después de ganarnos un poco más la confianza de Nicola nos fuimos (uno de los gatos que se había enamorado de mí lloró mi marcha). Seguro que nos volvemos a ver.

Al llegar hice reflexión sobre el Bar/restaurante ilegal de Nicola, es cierto que sus pizzas son realmente buenas, pero son solo queso, queso y más queso, (poco chorizo o jamón), bueno también nos sorprendió con una de Nutella. Y por cierto esta vez si que pagamos los diez euros.



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