domingo, 31 de agosto de 2014

Día 5: Edimburgo última parada

El día comenzaba más tarde que nunca, eran las 8 y poco cuando Cristian desbloqueaba el trofeo al primero en despertarse. Los demás, uno tras otro fuimos amaneciendo. La mañana comenzó animada, entre bromas íbamos cogiendo tanda en la ducha del hostal, la mejor de todas hasta la fecha.

El desayuno se completaba con cereales, leche, tostadas con mermelada de diferentes sabores y café, nos pusimos hasta el culo, el mejor desayuno desde el primer día. Una vez listos, con la habitación recogida y las maletas en el coche nos despedimos de nuestros amigos franceses, con los que habíamos coincidido también en este último hostal (aunque esta vez en diferentes habitaciones) y fuimos a dar una vuelta rápida (muy rápida) a Inverness antes de partir hacia Edimburgo. Nunca volvimos al lago Ness.

La visita por el pueblo, capital de las tierras altas y con una temperatura excesivamente fría debido al clima oceánico subpolar, se visitó con un cohete en el culo. No habían pasado ni cinco  minutos cuando perdimos de vista al comando pulsera. Cuando nos los volvimos a cruzar intentamos pactar una tregua amistosa y satisfactoria para ambas partes, es decir, un punto medio en la velocidad entre ambos grupos, por desgracia en la siguiente  calle los habíamos perdido. La conversación no sirvió de nada, pero Javi y yo lo asumimos con deportividad y visitamos la ciudad por nuestra cuenta, por suerte todo aquello es pequeñ y casualmente nos encontramos en un pequeño castillo  que hay en medio del pueblo. Una vez más todos juntos, encendimos el petardo, eran las 11 y teníamos que estar en Edimburgo antes de las 17. Después de visitar la ciudad en tiempo récord y llegar al coche con un ritmo anormalmente acelerado (todos juntos, porque ya pasé de hacer más fotos) nos pasamos media hora en el coche para conectar un móvil al bluetooth (a esto lo llamo ironía). Antes de salir, debido al calor y las tres horas de viaje me cambié de pantalón,  este clima es digno de estudio.

Una vez en el coche dirección Edimburgo y con tres horas por delante, las conversaciones eran lo más interesante (digno de estudio, como el clima), ejemplo, Alberto tomaba la iniciativa con algún tema, entonces Cristian comentaba algo, inmediatamente Javi daba una respuesta totalmente contraria a la del primero, a partir de aquí el debate o discusión estaba servido, este proceso se realizaba exactamente a la inversa, una opinión de Javi despertaba contradicciones en Cristian, y este se lo hacía saber, un buen ejercicio de intransigencia, en el fondo era divertido (al principio) y amenizaba unas vistas que no acompañaban, (asfalto y más asfalto demasiada monotonía). En estas discusiones normalmente participaba Alberto que es un valiente, Marc y yo nos manteníamos al margen (en el 99,9% de discusiones me atrevería a decir). Así todo el viaje.

Al llegar a Edimburgo y encontrar el apartamento tuvimos que llamar a la agencia para que nos trajeran las llaves. Cuando el hombre llegó y nos abrió la puerta de entrada la imagen acojonaba, además tenía un molesto olor a humedad y gran cantidad de (mierda) suciedad que echaban para atrás, por suerte el piso estaba impoluto, era simplemente perfecto. Durante la tarde descansamos un poco del viaje, nos "relajamos", escuchamos discusiones sobre patatas fritas y toallas sucias en el baño, hasta que nos pusimos a preparar el horario de los días venideros. Contratamos un free tour para el día siguiente (10 am) con el fin de conocer un poquito más la ciudad y otro de terror para la última noche (21 pm).

Cuando estuvimos listos, con las maletas desechas, meados y cagados, hicimos una lista de la compra para los próximos dos días y salimos a buscar un súper, tardamos poco, hay uno justo al lado del apartamento. Con la comida en la nevera, cenamos unas pizzas dentro del horario escoces, las 19. Mi pizza de chorizo picante y queso salió la última, muy (ojo ironía) amablemente decidieron esperarme (aprendí rápidamente la dinámica, no esperar a la hora de comer).

Después de cenar salimos a dar un paseo por la ciudad, las casa eran bajitas, con grandes y viejas ventanas blancas, decoradas con techos de teja y chimeneas, cual pueblo. Cuando volvimos al apartamento después del paseo y perder al grupo (otra vez) o ellos perderme a mi (otra vez), Marc descubrió que el celtic jugaba al día siguiente la fase previa de la champions, la idea era seductora, pero hacer 140 km para ver un partido no me convenció, aunque me lo tuve que pensar mucho, seguro que es una experiencia única. Después de comprar las entradas para Alberto, Cristian y Marc cada uno se fue a dormir.

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