Comenzaba el segundo día en Dublín y el
primero en aquella pocilga de casa, la mañana se centraba únicamente en una
cosa, conseguir hacer la matrícula de la universidad sin ningún problema. Los
últimos días me había desesperado por encontrar un sitio donde poder tener una
buena conexión wi-fi y donde poder dormir (este simplemente aceptable).
El día comenzaba frío como todos en
Irlanda, es en esos momento cuando echo de menos el calor de Barcelona o mejor
dicho el frío de la Toscana. Para entrar en calor lo mejor era comer algo, salí
de la cama y fui a buscar el desayuno (que me venía incluido en el precio).
Pude degustar tostadas con mermelada y un huevo pasado por agua, también probé
cereales pero la verdad que fui demasiado valiente, a saber cuanto llevaban
abiertos y como de todas maneras el sabor me animó a tirarlos por el fregadero.
Mi primera comida del día y según muchos profesionales la más importante,
sinceramente, fue igual de mierda que los que tomé en casa de Tim, lo malo es
que esto lo había pagado.
Después de gozar de mi desayuno cinco
estrellas me pegué una ducha. Era una bañera de esas antiguas, la verdad es que
no era muy agradable, no me atreví a tocarla sin zapatillas, lo mejor de todo
es que la anfitriona, el primer día, me dijo que después de cada ducha debía
limpiarla para no dejar manchas, quizás debería preocuparse por quitar las que
ya tiene.
A las 2:00 hora de Barcelona y las
13:00 hora irlandesa hice la matricula satisfactoriamente, al menos que yo
sepa. Después de cumplir uno de mis objetivos de mi viaje, comí, concretamente
unos canelones. Cuando acabé salí de la casa, no sin antes pelearme con la
alarma y fui a hacer una visita a la cárcel de Kilmainham, es realmente
importante en la historia de Irlanda.
En esta visita pude apreciar las
numerosas celdas y los secretos que esconden además de enterarme porque esta
prisión tiene tanto renombre en la historia de Irlanda, algo que si queréis
saber deberéis leer. La visita duró poco más de una hora, pero fue muy
instructiva. Al salir de allí y con dos horas por delante fui a hacer una
visita al museo nacional de arte moderno de Irlanda, también conocido como
IMMA.
Mi tarde cultural iba de menos a más,
fue una visita muy interesante donde pude conocer otro punto de vista sobre la
cultura Irlandesa, a parte de la cerveza Guinness tienen más cosas. La visita
por el IMMA fue bien hasta que me encontré con los típicos pesados. Me refiero
a esa pareja o personajes que siempre están en los museos, son fáciles de
reconocer porque cuchichean todo el tiempo y no paran de reír o hacer ruidos en
general, en ocasiones incluso corren, pues bien estos además se sacaban
multitud de fotos, algo que acabó en más de una ocasión con mi desgastada
paciencia.
Al salir del museo, fui a parar a unos
jardines colindantes, la verdad es que eran grandes y sinceramente preciosos,
paseé durante un par de horas como mínimo. Allí me crucé con parejas de dulces
enamorados que se escondían entre los matorrales (solo los menos descarados) y
padres con sus bebes y niños, además de algún bohemio escribiendo tirado en el
césped, probablemente poesía, eran unos jardines ideales para perderse e
inspirarse unas horas.
Al salir de allí fuí a parar por accidente a un PUB, allí probé la
pinta de Guinness más barata de todo mi viaje por las islas, 4,50€, aun así me
sigue pareciendo cara. En el bar trate de hablar con Anna, la sueca, pero el
wi-fi para variar funcionaba de pena, así que cuando acabe mi cerveza volví a
la casa.
En cuanto conseguí poner la contraseña
de la alarma, pude comenzar a prepararme la cena, un poco de pollo para rematar
el día. Cuando lo acabé comencé a gestionar el free tour del día siguiente, y
me fui a dormir, bastante temprano la verdad, no serían ni las 10:30.
Cuando estaba en mi quinto sueño, la
anfitriona me despertó con un portazo, llegó a eso de las 11, no la volví a ver
hasta el último día antes de irme, pero tampoco me interesaba que hacía hasta
esas horas de la noche y en un barrio así.
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