martes, 2 de septiembre de 2014

Día 8: Destino Barcelona

última mañana, para desayunar tuvimos que robarle tostadas a Javi que se había despertado con ánimos de acabar con toda la comida, a parte de esto un bol con leche y cereales. Una vez recogida la habitación todo en la maleta y preparados para partir fuimos a comprar la comida al súper, eso de comer gratis en el avión ya no se lleva. Con nuestros Sándwiches, zumitos, fruta y una pasta como tentempié en el bolsillo y haciendo las últimas revisiones en el apartamento, un chico nos pico a la puerta para hacer el check-out. Con la aparición de este nuevo personaje se inició una nueva discusión, yo me limité a decir que debíamos dejar las llaves en el buzón, donde el hombre que nos las dio nos había dicho que las dejáramos, Cristian no entendía el motivo y en un arrebato de ira cuando su tono de voz se elevaba se marcho dejando a medias la conversación.

Con todos en el coche y dirección al aeropuerto la música de Marc (que estaba malito) amenizaba el viaje, creo que la unión sonó un 4 o 5 de veces (cada vez que el móvil perdía su conexión bluetooth), si a eso le añadimos un par de canciones chorra, podemos decir que nos echamos unas risas, lo mejor de todo es que nos puso su música y se durmió.  Entre cabezada y cabezada de nuestro copiloto Marc, no podía faltar la última y gran discusión en el coche, todo vino por una rotonda que el GPS se comió, el aparato indicaba un giro a la derecha, Marc advirtió que no había rotonda y que debía girar a la derecha, pero Cristian siguió recto, cuando vio su error (sin reconocerlo) cargó contra el malito Marc, problemas muy similares a este tuvieron Javi y Cristian los primeros días cuando Javi intentaba indicar la dirección (a veces mejor o peor). Todos somos humanos y en un camino que no conocemos nos podemos equivocar, es ideal aceptar correcciones, nos ayuda a crecer.

Cuando llegamos a Prestwick, pueblecito donde se encuentra el aeropuerto donde debíamos ir, dimos una vuelta de reconocimiento, Cristian se compró la comida en un pequeño súper. Después de un paseíllo y con unas cuantas horas de antelación devolvimos el coche (de momento no sabemos nada sobre reparaciones) y buscamos sitios en la sala de espera, donde comí lo que había comprado durante la mañana.

Después de unas horas en la sala de espera (de llegadas) pasamos los diferentes controles (no cachearon a Javi que por lo visto siempre lo hacen) y logramos hacer el embarque sin demasiados problemas.

Tranquilamente y en soledad disfruté de mi viaje de vuelta en el avión. En el aeropuerto nos esperaba el padre de Cristian que muy amable nos llevo hasta casa.

Nuestro viaje tocaba a su fin pero en pocos días conocería mi próximo destino. Irlanda.

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