martes, 9 de septiembre de 2014

Día 8: Próxima parada cork

El despertador sonaba a las 5, el frío cual invierno me retenía unos minutos más en la cama, pero debía levantarme a cualquier precio. Tenía que desayunar, revisar que no me dejara nada y marcharme a la estación de bus en 45 minutos.

Cuando conseguí salir de la cama eran y cuarto, en la casa no había nadie despierto, pero claro el se pone su chándal y tira millas. Aun no había salido el sol y tenía que usar la linterna del móvil para moverme hasta llegar a la cocina, la verdad es que daba un poco de miedo andar por ahí sin luz, aunque lo que más temía era que Timm apareciera con su sonrisa por cualquier lado entre la oscuridad.

Una vez en la cocina y con el desayuno casi acabado Timm dio señales de vida. Eran las 5:30 y me pidió toda la ropa de la cama, amablemente se lo llevé todo, pero cometí el error de no sacar el algodón de una de las fundas de la cama. No se porque se enfado al ver mi descuido, definitivamente es idiota. Él mismo a regaña dientes decidió sacarlo, meter la funda en la lavadora, doblarlo (en el suelo) y llevarlo a mi habitación sin ningún tipo de ayuda mientras refunfuñaba.

A las 5:50 yo ya hacía quince minutos que esperaba con la chaqueta puesta (para meter prisa), el me sugirió que fuera al coche a esperarlo, obviamente no le hice caso, preferí el calor de mi habitación, así que allí sentado en la cama esperé el gran momento de mi marcha. Hasta las 6 no salimos, gracias a dios que no estaba en el coche sino muero de una hipotermia.

El camino en coche lo hicimos en silencio, solo se escucha el ruido de un vaso con té que se había preparado para el camino y que saltaba con cada bache. La taza estaba inclinada hacía mi y solo rezaba porque no acabará empapado de ese té que bebía con ruidosos y molestos sorbitos. Mientras me llevaba hacía la estación pude ver todo lo andado hace dos días, tardamos al menos 15 minutos en llegar al pueblo (en coche).

Una vez allí me señaló donde podía sacar los billetes, me dio la mano y se fue a comprar unas cosas al kiosko, aun estuvo unos minutos rondando por allí hasta que a las 6:20 subió al tren. Yo tuve que buscarme la vida y preguntar a unas cuantas personas para que me ayudarán con los horarios de bus y cual debía coger.

Sano y salvo ya en el Bus y rumbo a Cork, todo iba bien, contra más me alejaba de Lemerick, más feliz era. El viaje fueron dos horas, cuando llegué allí cogí otro bus que en 5 minutos me dejó casi en la puerta de la casa donde había alquilado la habitación. Serían las 9:30 cuando piqué al timbre. Eeilen que aun no me esperaba, me abrió la puerta con legañas en los ojos, me enseñó un poco la planta de abajo de la casa, dejé la mochila y me pidió que volviera más tarde, cuando tuviera lista mi habitación.

Para hacer tiempo, salí a dar una vuelta, disfruté del paisaje y de un carísimo cappuccino de 2,70€. A las doce volví a la casa ya con mi comida recién comprada en el súper. Cuando entré a mi habitación casi lloro de la emoción, en comparación con mi anterior dormitorio esto era el “palace”. La cama tenía calentador, el colchón no era de muelles, tenia dos espejos, una chimenea (que obviamente era decoración) y hasta toallas, efectivamente, Timm no me dio toallas.

Después de conocer a Igor y Sonia, dos italianos que viven allí, (por cierto me invitaron a un donut de postre) comerme tres platos de macarrones y recuperar todas las fuerzas perdidas durante la semana anterior salí a visitar la ciudad. Caminé durante horas y creo que vi 50 iglesias y calles de todo tipo, fue tan completa la tarde que incluso un perro me mordió la bamba, uno de esos pequeños, feos y rabiosos, pero no importaba porque no tenía que volver a la mierda donde vivía Timm, ni verlo a él nunca más.

A la noche llegué a la casa, que por cierto está junto al puerto, a 5 minutos del centro, (no tengo que andar mucho para visitar la ciudad) había mucho movimiento. Estaban Igor y Sonia los dos italianos que ya conocía (muy majos ellos) en la cocina, las dos hijas de Eeilen en el jardín (no recuerdo sus nombres), otra Italiana llamada Claudia que estudia allí también en el Jardín, y un chico inglés bastante raro que tampoco se como se llama, pero que les hacía compañía.

Después de cenar (una pizza) hablé un rato con una de las hijas, por lo visto quiere aprender español, así que intentñe ser ambale y darle unas clases gratuitas. Durante el intercambio de idiomas Eeilen me dijo que había lavado y tendido mi ropa sucia (se la había dado durante la tarde) y que mañana estaría lista para recogerse, sin duda la mejoría de una casa con la otra era incalculable. Además me dijo que me lavaba la ropa gratis por haberle dado “clases” a la hija, solo fue una hora, y si llega.

Antes de ir a dormir disfruté de una ducha de agua caliente que no había probado en una semana, efectivamente el calentador de Tim no funciona muy bien. Por fin iban mejorando las cosas, finalmente creo que no odiaré Irlanda.

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