martes, 11 de agosto de 2015

Día 6: las cataratas

“Lo que has hecho se convierte en la vara con la que juzgarte sobre lo que harás, especialmente desde la perspectiva de los otros. En cambio, cuando viajas eres lo que eres en ese momento. Las personas no conocen tu pasado como para reclamarte algo. No hay “ayer” cuando estás en la ruta”. William Least Heat Moon

Al amanecer nos despedimos de nuestra última compañera de habitación que aprovecho para hablarnos sobre su pasión por la fotografía y el arte de hecho nos hizo una foto de despedida.

Cuando salimos del hostal fuimos a la recepción, intente rascar algo a la chica que había (otra ver) para ver si me daban algo por lo de la primera noche, no conseguí nada. Salimos de la recepción y fui con Morgan al garaje que olía a cuadra, literal, el coche era un escarabajo con techo descapotable, muy chulo.

antes de abandonar Toronto fuimos a lawrence market a desayunar algo típico canadiense, por lo visto un bocata de lomo lo es. Estaba muy bueno, lo reconozco. Después buscamos un second cup donde fueron muy majos, tan majos que el tío del café me hizo un dibujo en la espuma y una de las empleadas le hecho un piropo a Morgan diciéndole que le encantaba su vestido. Mucho peloteo en general.

Café en mano fuimos a por el coche, al llegar al parking un hombre de aspecto hostil me preguntó que  porque no había pagado el parking, al verlo y analizar su aspecto lo juzgue como si fuera un homless, la verdad es que me dio la sensación de que era un loco y pase un poco de él, después descubrí, sobretodo por su insistencia en hablar del parking, que era algo así como el vigilante del parking. Tuvimos que pagarle por dejar el coche allí y un poquito más por marcharnos sin hacerlo la primera vez.

Después de la metedura de pata de Morgan al pensar que el parking publico podría ser grátis fuimos a las cataratas del Niagara, aunque no sin antes perdernos un par de veces. Después de unas cuantas vueltas he de reconocer que el camino se me hizo corto. Una vez allí, la primera impresión no fue tan genial como esperaba, aunque una vez debajo de las cataratas, cuando te das cuenta de su inmensidad, cambias de opinión, son increíbles. La sensación es indescriptible. 

Al salir de allí fuimos a comer a un restaurante muy particular decorado con adornos de selva y muñequitos de animales. No se que tendría que ver las cataratas del Niagara con la selva. Quizás se sienten culpables porque están destruyendo el medio ambiente. La comida salió por 60 CAD, un poco de pollo y patatas fritas, en fin carísimo.

Para hacer la digestión paseamos un poco por el pueblecito que vive de las cataratas, aunque nuestra verdadera intención era comprar un imán. Una vez logramos el objetivo cogimos el coche y volvimos otra vez a la carretera y como no a perdernos. Al encontrarnos conseguimos llegar al puente que hacía de aduana, también conocido como "puente del arcoiris". Supongo que con las cataratas se crean mucho y aquí la gracia. 

Después de un rato de espera para pasa la aduana llegó nuestro turno, la tía que me atendía fue un poco hostil, tanto que nos cogió los pasaportes y los envió a unas oficinas donde posteriormente tuvimos que ir para seguir contestando preguntas. Su interés principal era saber quien era yo, que iba a hacer en EEUU y en cuanto tiempo tenía pensado hacerlo, además también querían saber por donde me volvería, vamos que un interrogatorió en toda regla. A todo esto el policía hablaba español y nos pidió 6$ más por entrar al país, más los 10$ dedo "ESTA" un total de 16$.

Pasaporte en mano, y finalizado el interrogatorio volvimos a la carretera, para evitar dar vueltas y perdernos demasiadas veces Morgan puso el GPS de su movil, duro 5 segundos...nos volvimos a perder. Cuando nos encontramos logramos poner rumbo a Rochester con un bonito atardecer de fondo. Al llegar a su casa ya era de noche. Tuvimos el tiempo justo para que me presentara a su compañera de piso Alicia, ver la casa y el sitio donde dormiría.


Día 5: welcome Miss Morgan

“Me di cuenta rápidamente que no hay viajes que nos lleven lejos a menos que se recorra la misma distancia en nuestro mundo interno que en el exterior”. – Lillian Smith

Con un clima de lo mas mediterráneo amanece soleado y sin un atisbo de lluvía, el,tiempo acompaña.

Mi primera acción del día es despedirme de Manuel, el argentino, se marcha a otro hostel en la otra punta de Toronto, por lo visto es mucho mejor que en el que os alojamos, que tampoco esta mal. Después de mi protocolaria ducha vuelvo a mi habitación para recoger mis pertenencias justo antes de ir a casa loma. Antes dd salir por la puerta hablo un poco con el croata que permanece tirado en la cama. Desconozco su nombre.

El camino hasta la casa es largo, 45 minutos andando, el sol cae sin tregua y cada dos calles me cruzo con alguien de aspecto sospechoso o mas bien con pi tasa de loco. La calle es grande, ya los dos lados la acompañan pequeñas casitas, la gran mayoría de madera, unas mejor cuidadas que otras pero todas muy chulas la verdad.

Cuando llego a casa Loma después de subir o mejor dicho escalar por unas pendientes, podría comparar el lugar con un pequeño castillo mas que con una casa-manisión. El palacete tiene 4 plantas y un bosquecito trasero como jardín. La típica casa de verano vaya.

Dejando atrás casa Loma me dirijo otra vez a la urbanización, esta vez con la intención de comer. No necesariamente el hecho de comer implica una hora racional. Por el camino me pierdo tras mis pasos y acabo en museo royal de Ontario que presume de su bonita y característica arquitectura. Únicamente entro para utilizar su wifi y descansar un poco.

Durante el periodo de descanso localizo por Googlemaps un lugar donde comer, el "the roces den". Cuando lo encuentro y entro descubro que es un bar o pub mas bien deportivo, me traen la carta y pido un buen bistec. La verdad es que la cantidad es solo comparable a la calidad, estaba de vicio. Poco a poco le voy pillando el gustillo a Toronto, espero que no cambie la idea.

Acabo de ver pasar por la ventanilla del bar a un tío con un moño ciclo por un lado de la carretera, lo que ve uno.

La tarde pasó realmente tranquila, caminando por aquí y por allá sin un rumbo fijo. Pude disfrutar un poco más de los parques y calles de Toronto.

Cuando se acercaban las 21 fui al hostal con la ide de esperar a Morgan. Por lo visto pillo caravana y llegaría mas tarde de lo previsto, me pidió que le hiciera el checo-in. Estuve peleando con la de recepción al menos 10 minutos y no conseguí nada. Finalmente Morgan tuvo que llamar por segunda o tercera vez para convencerles de que me dieran su llave, nada tenía sentido porque el hostal iba a cerrar y ella no podría "acceder" a su única noche de hostal. Tampoco tenía sentido que el hostal cerrará.

Sobre las 23 Morgan apareció misteriosamente por la cocina de hostal, en su momento no supe que hacía ahí ni como había llegado pero con los días me explico que fue una juego de coincidencias. Cuando la salude y fuimos a dejar sus cosas en nuestra habitación me enseño que tenía otra llave, ese hostal es una autentica locura. Una vez todo en su sitio fuimos a coger el ferri que nos llevaría a la otra isla donde podríamos ver el skyline de Toronto de noche, no tiene desperdicio. Cuando llegamos al ferri. Estaba cerrado, por lo visto era algún tipo de fiesta, me quedé sin foto. Otra vez será.

Como detalle me gustaría destacar que antes de salir hacia el ferri, en el hostal, conocimos a una mujer llamada Meichell. Estaba obsesionada con la seguridad, quería que cerráramos a cal y canto la puerta de la habitación cada vez que saliéramos o entráramos. Era una especie de artista excéntrica de NYC y/o sanfrancisco pero en el fondo era muy maja.

lunes, 10 de agosto de 2015

Día 4: singing in the rain

 “Viajar es una brutalidad. Te obliga a confiar en extraños y a perder de vista todo lo que te resulta familiar y confortable de tus amigos y tu casa. Estás todo el tiempo en desequilibrio. Nada es tuyo excepto lo más esencial: el aire, las horas de descanso, los sueños, el mar, el cielo; todas aquellas cosas que tienden hacia lo eterno o hacia lo que imaginamos como tal”. – Cesare Pavese

Me despierto de forma intermitente durante la noche, mi compañero de litera llegó a las tantas y cada vez que abro un ojo el japonés de Ottawa que tengo delante se revuelca como una croqueta.

Cuando llega la hora de despertarse preparo todo para una ducha rápida y salgo del hostal. Localizo un restaurante no demasiado lejos donde tengo el gusto de probar un Classic breakfast por unos 12$ aprox. El desayuno se compone por bacon quemado, una tortilla revuelta poco hecha y un sólido insípido del cual desconozco su procedencia. Cuando acabo lo del plato, cometo el error de pedir un café, el típico agua sucia americana, cuando acabo con el sucedáneo pago y me voy, me cobran un 15% de propina, ahora recuerdo la película reservoir dogs y el Sr Rosa con sus problemas con la propina, solo me rellenaron una vez el "café".

Salgo del bar y paseo 10 minutos hasta llegar a queen's park. Por el camino veo un gran surtido de pequeñas casas que poco a poco crecen hasta convertirse en edificios.

Disfruto un poco del parque, del sol y de la universidad de Toronto además de su inmenso campus. Durante mi paseo descubro para mi sorpresa dos niños jugando a fútbol, o como lo conocen aquí soccer, después de mirar un rato largo como juegan consigo reprimir las ganas y seguir con mi camino.

Mi próxima parada es el AGO, la galería de arte de Onatario. Una vez dentro guardo mi mochila y cojo un mapa para poder encontrar la salida más tarde. Es un museo con 4 plantas donde puedes encontrar desde fotos de la bomba atómica, hasta Pollocks, Miros, o incluso algún Picasso pequeñito.

Cuando salgo de la galería me dispongo a cruzar ¡¡¡CHINTOWN!!! Para ira a un bar que previamente busque en internet. Quinze minutos andando no fueron suficientes para que me rechazaran un billete que 50$ en el maldito bar y como no les iba la maquinista de las tarjetas tuve que aceptar tristemente la derrota y salir en busca de uno nuevo. Estos canadienses...

Al volver a la calle no había andado ni cinco pasos de puso a llover, y no llovió poco... Así que corrí hasta un local que previamente había descartado, esta vez entro y ceno un bocata de cerdo o algo parecido con un toque picante. Al acabar salgo del bar, prefería mojarme que pasar mas rato allí, efectivamente lo conseguí, por másque caminé deprisa acabé empapado, resignado entre en una creperia. Un poco cara y no demasiado buenas la verdad. Cuando acabó la crees deja de llover salgo corriendo dirección al metro por miedo de una nueva recaída, es la misma parada que cogí ayer.

Antes de llegar al hostal disfrute del paseo con la bajada de temperaturas que provocó la lluvia y volví al second cup para tomar un Capetillo de vainilla, no el típico café americano.

Después del café fui al hostal, no pasó ni una hora en lo que llego Manuel. El tío te puede dar conversación por horas, aunque hable el solo, creo qué estuvimos hablando al menos 4h. La verdad es que todo fue bastante interesante y productivo, me dio algunos consejos para NYC, a media noche o más tarde llego el nuevo compi de procedencia croata, parece majo.



Día 3: Amanece en Canadá que no es poco

"Tomar la senda y no mirar atrás; a pie, en raquetas de nieve o en trineo, hacia las colinas estivales y sus tardías sombras heladas. Una hoguera en el horizonte, un rastro en la nieve, mostrarían hacia dónde había ido. Dejad que el resto de la humanidad me encuentre si puede." John Haines

A las 5 de la mañana y sin haber dormido demasiado un hombre entró al comedor reclamando a mi improvisado compañero, ambos se van a la cocina y se ponen a rezar y cantar, yo me asomo con sigilo, por miedo a ser descubierto, únicamente para confirmar los hechos y me vuelvo a dormir, al sofá.

Sin poder dormir demasiado, con un ojo abierto cual delfín escucho los cánticos hasta que suena una alarma en la cocina y mi compi se va, supongo que esto de rezar por las mañanas es como algunos el correr. El "cura" vestido de calle sigue cantando solo en la cocina. Al acabar decido entrar en la cocina, le saludo e intercambiamos algunas palabras, definitivamente mi ingles anda un poco oxidado. Durante nuestra conversación me enseña un video donde aparece un hombre que obra milagros como curar a un ciego, paralíticos y toda clase de tullidos, por lo visto es lo que él practica, ese tipo de religión. Finalmente y sin conseguir convencerme para rezar se marcha, aunque no sin antes desearme buena suerte. Hay que ver la cantidad y variedad de gente que se conoce viajando.

Durante mi espera en la cocina no puedo más que escribir deseando que la oficina abra pronto y me den una llave. Cansado de la espera decido salir al exterior y explorar con la certeza de que no hay marcha atrás y con el impulso de la intriga por saber que me espera el barrio. A simple vista no parece gran cosa, todo muy acogedor. Después de un rato haciendo tiempo intento comprar un adaptador para cargar mis aparatos, fracaso en el intento, apoyo por la opción de probar un café canadiense en una típica cafetería "esconde cup", pero no aceptan mis dólares americanos, así que tarjeta arriba tarjeta abajo.

Antes de acabar el café un canadiense al azar que esperaba tras de mi en la cola se acerca a mi mesa para desearme la bienvenida, todo muy hospitalario. Una vez preparado y decidido vuelvo al hotel a pelear por mí habitación, esto es literal, al parecer mi reserva se ha extraviado para colmo la de recepción lleva dos días sin dormir. Finalmente la chica se cae de la cama y encuentra mis noches de hostel. Todo quedó en un susto.

Con la maleta a la espalda y la otra al pecho subo a duras penas las escaleras hasta llegar a mi habitación, la 418. Entro con un "hi" y una sonrisa en mi afeitada cara, el chico de la litera de arriba me recibe devolviéndome la almohada. En 5min y con menos ya he conseguido mas que en Irlanda. Preparo las cosas, me hago la cama, me pego una ducha y me preparo para mi andadura. Mientras acabado de prepararme, Manuel, el chico de la almohada y vecino de litera me da conversación, es argentino, vivir a 8h de buenos aires, esta en Toronto para buscar trabajo y es fan de boca y del Barça.

Saliendo por la puerta del hostel camino hasta llegar al metro donde por 11,40$ me venden 4 tokens, o mejor dicho viajes. Acojinado por la posibilidad de que el metro fuera inmenso, le pido consejo al hombre de la taquilla. No entiendo nada, así que entro, que sorpresa la mía cuando descubro que solo tiene dos míseras líneas y pocas paradas, un a decepción.

Mi primera parada es en la CNtower, una de las 7 maravillas del mundo, cada vez me faltan menos. Las vistas son impresionantes, Toronto a la palma de mi mano, estoy tan arriba que todo parecen maquetas.

Después de disfrutar de una visita panorámica, me doy una vuelta de 50 minutos en barco, aunque es importante destacar el perrito que previamente me he comido, gloria.

Tras mi paseo en barco y habiendo disfrutado del skyline de Toronto pongo rumbo al hostel en el fin del mundo. El metro me parece un bien de lujo poco utilizado, aunque estoy tan cansado que es necesario invertir un tokens, ya solo me quedan dos.

Una vez al lado del hostel me tomo un frapuccino en la misma cafeteria que al principio, esta vez el camarero tuvo la decencia de olvidarse de mi y mi bebida. Los canadienses son muy majos pero en serio ¿que pasa con el servicio? El país les queda grande.

Como anécdota del día destacaría el bar donde he cenado el bocata de pavo, cuando le pedí al hombre el wifi del local muy amablemente el me ofreció un cuchillo. Bona nit i bona sort.

sábado, 8 de agosto de 2015

Día 2: avión conde estilo a Toronto

"La función propia del hombre es vivir, no existir. No desperdiciaré mis días tratando de prolongarlos. Aprovecharé mi tiempo." Jack London

Última mañana en Lisboa, en mi magnífica habitación de hotel en la que un curioso termostato que marca 30 grados es capaz de mantener nieve durante horas, un pingüino estaría como en casa. Es decir que a pesar de la temperatura tropical que marcaba, hacía frío.

Mi día empieza a las 9:00, hora portuguesa. Cojo la ropa necesaria, me visto y voy a desayunar. Al llegar al restaurante me asignan una mesa, la cual una familia portuguesa me quita antes de tener la oportunidad de sentarme así que me siento en otra.

Mientras paseo, plato en mano el buffet libre voy cogiendo Bacon, tortillas, franckfurt y salchichas, hasta llenar el plato, entonces localizo mi mesa y me dispongo a comer. Cuando acabo mi plato repito la operación, pero, que sorpresa la mía cuando volviendo a la mesa descubro que han recogido mi parte, no importa, me siento en otra silla. Lo malo es que esta extraña situación se vuelve a repetir en dos ocasiones más quizás tenga que ver la eficiencia del personal, las ganas de limpiar omalgo que se me escapa, lo raro de verdad es que en las mesas mas cercanas concretamente en una justo a mi derecha (la que me habían quitado), los platos sucios se amontonaban durante más de 15 min.

Volviendo a mi habitación descubro que mi vuelo se ha era traslado 2h, así que apuraré mi tiempo en el hotel al máximo, eso significa otro balitó de relax antes de ir al aeropuerto. 

De camino al aeropuerto cojo un bus que se hace de rogar al menos 20 minutos, mientras espero puedo ver como los aviones pasan rozando algunos de los edificios más altos. Quizás están situados demasiado cerca del aeropuerto.

Con las aletas a cuestas otra vez, pero ya en el autobús, que por cierto costaba 1,80€, llego al aeropuerto, embarco la mochila del demonio y ahora solo me quedan 4 horas por delante para deambular y comer por el aeropuerto.

Al pasar a la zona de embarque y dejar atrás un aeropuerto, prácticamente en obras y ciertamente caótico me llama la atención la falta de seguridad si lo comparo con cualquier otro, todo muy campechano.

El aeropuerto sin embargo, está abarrotado, a reventar y la gente no lo pone fácil, se paran en medio, y lo hacen solos, en grupo, conmigo es de maletas, en pareja, gordos, delgados, no importa mientras encuentren un lugar de paso que obstruir. Esto me recuerda a que antes de acceder a las puertas de  embarque, descansaba apaciblemente en unos escalones, porque ese aeropuerto a penas tiene bancos y/o asientos hasta que llegó una familia de 7 italianos ocupando todo y en consecuencia echándome.

Cuando por fin he accedido a esta otra parte del aeropuerto, la de embarque, también un poco derruido he tenido el gusto de volver a esquivar gente hasta encontrar un sitio donde comer. Por cierto me he cruzado con un hombre de procedencia asiática con grandes aptitudes para caminar hacia atrás, sin mirar.

Cuando por fin encuentro un restaurante que me hace el peso, compro un bocata y un agua por 9,50€. Mi duda en los aeropuertos siempre es, ¿qué es más caro antes o después de pasar la aduana? Ambos. Por lo menos el bocata estaba bueno lastima del tío que tenía detrás haciendo ruiditos.

Después de comer me dirijo a mi puerta de embarque, han puesto unas maquinas de lo más molonas que te leen el pasaporte y hacen reconocimiento facial. Una vez en la puerta 45, nos van informando de que hay un retraso cada 20 minutos, hasta que dejan de hacerlo.

Pasaban las horas, los minutos y los segundos y no solucionaban la avería del avión. La paciencia de la gente comenzaba a agotarse y se olía el motín hasta que, por suerte, nos han ofrecido algo que comer, o mejor dicho con qué distraernos. El precio de la distracción gratuita era máximo de 4€, solo pude coger dos donuts.

Otra vez en la puerta, esperando y sin donuts que comer nos dan paso al avión de SATA que solo lleva 6 o 7 horas de retraso.

La batería de mi movil está en las últimas, así que subo a bordo del avión, recién reparado, casi sin nada con lo que distraerme, aunque lo que de verdad me preocupa es si tendré batería para llegar al hostal.

Durante el vuelo disfrutamos del un amanecer, aunque este dura horas, de lo que no disfruto tanto es del mal olor de pies que tiene el tío de atrás.

En el transcurso del vuelo nos fueron trayendo diferentes aperitivos que siempre coincidían con turbulencias, lo mismo era culpa de ellos. Para cenar nos dieron unas patatas con pollo, arroz y bizcocho. Después de dormir una pequeña siesta desperté con unas galletas de sabores. Supongo que el tema de las turbulencias era como unas especia de alarma para no saltarse ninguna de las deliciosas comidas.

Como dato curioso, podría decir que mi compañera de vuelo había monopolizado la ventana e instaurado una dictadura, ella elegía cuando y cuanto abrirla y cerrarla y si realmente valía la pena ver algo.

Cuando por fin aterrizamos pude recoger mi amada mochila para ir bien cargado. Debido al constante retraso eran las 12, demisado tarde y sin apenas batería, así que decidí coger un taxi que me llevara al hostal.

Después del 20 minutos en ese taxi y pasando calles que no me inspiraban demasiada confianza, llegamos al hostal, pero estaba cerrado. El hombre del taxi me ayudo un rato a ver si conseguíamos entrar,basta que un desconocido le tomo el relevo. La broma del taxi me salió por 60 CAD, 40€ vaya, aunque creo que sin él jamás habría llegado.

El desconocido que me ayudó en la puerta dedo hostil, resultó ser un miembro del staff del hostal, por desgracia no tenía acceso a la oficina pero por lo menos me pudo abrir y me dejó dormir en un sofá de la salida en compañía de un hombre negro de procedencia argelina que jamás me dijo su nombre.

Día 1: Road to North America

"Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad" Julio Verne

Hace pocas horas que he dejado atrás mi amada ciudad, Barcelona, con la intención de emprender un nuevo viaje, un nuevo camino lleno de experiencias y aventuras, aunque espero que sean mázs experiencias y que sean buenas.

Mi historia comienza en Portugal, Lisboa. Después de una despedida familiar en el aeropuerto (sin Nana que vi liga la casa)) tomó el primer vuelo con el que inició esta nueva etapa, un trayecto de una hora que hace escala en Lisboa, una ves en el avión ya no hay marcha atrás, aunque nunca la hubo.

El vuelo de una hora se hace largo, pero nos dan un minibocata. El avión es preocupante,ente pequeño y cada vez que cruzamos una nube por esquela que sea hay turbulencias. 

Por fin aterrizamos, el aeropuerto no parece demasiado grande pero es un auténtico laberinto, tarde solo 15 minutos para encontrar las cintas y mi maleta.

El momento más esperado llega cuando recojo mi mochila. Con mis dos mochilas a cuestas voy en busca del bus que me llevara al hotel, un lujo que tardaré  en volver a disfrutar.

Después del trayecto en los buses 744 y 717, llego sin pérdida al hotel, no está tan cerca del aeropuerto como creía. Una vez dentro, intento acceder a mi reserva pero...sorpresa! Parece que había reservado con una tarjeta que anule justo antes de venir, por fortuna todo quedó en un susto, nadie pone letras para cobrar y lo pude hacer con otra tarjeta.

La habitación 712 me dieron, sin duda una maravilla, casi tan buena como el baño que me pegué solo llegar. La verdad y partiendo de la hora a la que había llegado solo tenía intención de salir de la habitación para desayunar y coger el avión rumbo a Canadá.

jueves, 30 de julio de 2015

Día 20: Rumbo a Barcelona

El día comenzaba con normalidad, salvo alguna pequeña excepción era mi último día en Irlanda. 

Me disponía a bajar del altillo dónde dormía con mi maletita de 20kg cuando me cruce con Glenda y las demás chicas, iban a hacer un poco deYoga  a tes de la despedida, Sara también se iba. Mientras ellas trabajaban en la sala de meditación yo me pegaba una ducha y saboreaba el que sería mi último té.

Cuando bajaron Sara acabo de preparar sus cosas y no fue hasta el último momento cuando yo apretaba para que Glenda nos llevara a la estación cuando la noticia me golpeo en la cara. Glenda no podía llevarnos a la estación porque se había hecho daño en la espalda mientras practicaba Yoga.

Desde mi punto de vista solo buscaba una excusa, puede que sea mal pensado pero su cara de pocos amigos no acompañaba con la decisión de acercarnos.

Debbido a la información de última hora todo fueron prisas, no sabiamos exactamente a que hora pasaba el bus, ni si llegaría a tiempo, aun así quería. Hacerse unas fotos de despedida...puro protocolo. 

Camino al bus y con un aura negra que compartía con Sara fuimos con las maletas a esperar a un bus que no sabíamos con certeza si vendría.

Tras mucho esperar y esperar nuestra paciencia se agotaba, Sara quería ir a pata cargando las mochilas por la carretera, si había sido bastante complicado llegar a la parada del bus que habían sido 5 minutos no quería imaginar que sería de nosotros una hora por esa carretera.

Durante nuestra espera llegamos a hacerle la hola a cada bus que pasaba. Finalmente y al borde de un ataque apareció el amable conductor con su piccola maquina. Durante el viaje a Galway nos sentamos buenamente donde pudimos el Bus iba a petar, pero el trayecto a cuatro ruedas era rápido.

Al llegar a la ciudad buscamos rápidamente un bar donde desayunar, y que maravilla de desayuno continental huevos, chorizo, morcilla, lo mejorque había  comido en meses.

Después de nuestro atracón por a penas 6€ cogimos nuestro ultimo Bus, el último viaje en Irlanda, las ultimas tres horas de desplazamientos, ibamos al aeropuerto de Dublín, por fin.

En este último viaje el camino se hizo  ameno. Sara me dio conversación durante tres horas, hablamos de tópicos alemanes, de idiomas, culturas, de la peli que vieron anoche y un largo etc.

Al llegar a Dublin yo cogí rumbo al aeropuerto, ella pasaría un par de días más en la ciudad, así que era una despedida.

Lo cierto es que viví muchas experiencias en Irlanda, no es un país feo, es algo muy bonito, con mucha tradición, historia y odio Británico, estoy seguro que algún dia volveré para conocer todos aquellos rincones que me deje por descubrir, de paso iré a saludar a mi amigo Tim