lunes, 10 de agosto de 2015

Día 3: Amanece en Canadá que no es poco

"Tomar la senda y no mirar atrás; a pie, en raquetas de nieve o en trineo, hacia las colinas estivales y sus tardías sombras heladas. Una hoguera en el horizonte, un rastro en la nieve, mostrarían hacia dónde había ido. Dejad que el resto de la humanidad me encuentre si puede." John Haines

A las 5 de la mañana y sin haber dormido demasiado un hombre entró al comedor reclamando a mi improvisado compañero, ambos se van a la cocina y se ponen a rezar y cantar, yo me asomo con sigilo, por miedo a ser descubierto, únicamente para confirmar los hechos y me vuelvo a dormir, al sofá.

Sin poder dormir demasiado, con un ojo abierto cual delfín escucho los cánticos hasta que suena una alarma en la cocina y mi compi se va, supongo que esto de rezar por las mañanas es como algunos el correr. El "cura" vestido de calle sigue cantando solo en la cocina. Al acabar decido entrar en la cocina, le saludo e intercambiamos algunas palabras, definitivamente mi ingles anda un poco oxidado. Durante nuestra conversación me enseña un video donde aparece un hombre que obra milagros como curar a un ciego, paralíticos y toda clase de tullidos, por lo visto es lo que él practica, ese tipo de religión. Finalmente y sin conseguir convencerme para rezar se marcha, aunque no sin antes desearme buena suerte. Hay que ver la cantidad y variedad de gente que se conoce viajando.

Durante mi espera en la cocina no puedo más que escribir deseando que la oficina abra pronto y me den una llave. Cansado de la espera decido salir al exterior y explorar con la certeza de que no hay marcha atrás y con el impulso de la intriga por saber que me espera el barrio. A simple vista no parece gran cosa, todo muy acogedor. Después de un rato haciendo tiempo intento comprar un adaptador para cargar mis aparatos, fracaso en el intento, apoyo por la opción de probar un café canadiense en una típica cafetería "esconde cup", pero no aceptan mis dólares americanos, así que tarjeta arriba tarjeta abajo.

Antes de acabar el café un canadiense al azar que esperaba tras de mi en la cola se acerca a mi mesa para desearme la bienvenida, todo muy hospitalario. Una vez preparado y decidido vuelvo al hotel a pelear por mí habitación, esto es literal, al parecer mi reserva se ha extraviado para colmo la de recepción lleva dos días sin dormir. Finalmente la chica se cae de la cama y encuentra mis noches de hostel. Todo quedó en un susto.

Con la maleta a la espalda y la otra al pecho subo a duras penas las escaleras hasta llegar a mi habitación, la 418. Entro con un "hi" y una sonrisa en mi afeitada cara, el chico de la litera de arriba me recibe devolviéndome la almohada. En 5min y con menos ya he conseguido mas que en Irlanda. Preparo las cosas, me hago la cama, me pego una ducha y me preparo para mi andadura. Mientras acabado de prepararme, Manuel, el chico de la almohada y vecino de litera me da conversación, es argentino, vivir a 8h de buenos aires, esta en Toronto para buscar trabajo y es fan de boca y del Barça.

Saliendo por la puerta del hostel camino hasta llegar al metro donde por 11,40$ me venden 4 tokens, o mejor dicho viajes. Acojinado por la posibilidad de que el metro fuera inmenso, le pido consejo al hombre de la taquilla. No entiendo nada, así que entro, que sorpresa la mía cuando descubro que solo tiene dos míseras líneas y pocas paradas, un a decepción.

Mi primera parada es en la CNtower, una de las 7 maravillas del mundo, cada vez me faltan menos. Las vistas son impresionantes, Toronto a la palma de mi mano, estoy tan arriba que todo parecen maquetas.

Después de disfrutar de una visita panorámica, me doy una vuelta de 50 minutos en barco, aunque es importante destacar el perrito que previamente me he comido, gloria.

Tras mi paseo en barco y habiendo disfrutado del skyline de Toronto pongo rumbo al hostel en el fin del mundo. El metro me parece un bien de lujo poco utilizado, aunque estoy tan cansado que es necesario invertir un tokens, ya solo me quedan dos.

Una vez al lado del hostel me tomo un frapuccino en la misma cafeteria que al principio, esta vez el camarero tuvo la decencia de olvidarse de mi y mi bebida. Los canadienses son muy majos pero en serio ¿que pasa con el servicio? El país les queda grande.

Como anécdota del día destacaría el bar donde he cenado el bocata de pavo, cuando le pedí al hombre el wifi del local muy amablemente el me ofreció un cuchillo. Bona nit i bona sort.

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